jueves, 4 de abril de 2013

Te perdía en mis propios recuerdos: opualah! (3): Lipti-Lehniv



3.


            Te perdía en  mis propios recuerdos. Volvías una y otra vez, desasosegándome. Como el intermitente fluir de las olas, el oleaje de la brisa, sentimientos tristes en oleadas. Apenas había vislumbrado tu rostro y ya te habías clavado en mi carne, espina retorcida, colmillo venenoso. Era el lento estiramiento de las membranas del corazón, para que el recuerdo tuviera espacio y se expandiera libremente; los campos sin puertas era, los cielos derramados. La honda impresión en mi ser de tus pupilas, de los susurros de tus últimas palabras. El cálido sopor de saberse olvidado, perdido, ausente. La liberación, sí; la eterna liberación de renunciar a todo y abandonarse.
            No lo sabía, y era la vida.



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