jueves, 28 de febrero de 2013

RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA (Poemas rojos de Lipti-Lehniv)



I.

            Yo no soy nada. Una brisa apenas, un suspiro. Yo no soy nada. El espacio perdido entre las horas muertas, un deseo, una esperanza. Acaso una insistencia. Pero aún así, yo no soy nada. Ni siquiera las palabras que pronuncio, ni siquiera las que escribo, ni siquiera lo que pienso. Bajando uno a uno los peldaños de lo anónimo, hasta lo ausente.


***

miércoles, 27 de febrero de 2013

Cuando fuimos eternos: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (11)


11.

            “Cuando fuimos eternos”. Así comenzó la última carta. Las manos como pájaros, escupiendo letras. En el sobre, una dirección apenas vista. Palabras y palabras, mientras en torno se poblaba la soledad. Llegaba el mediodía y los niños salían de la escuela, se oía el golpeteo de la máquina de escribir en la oficina, en el taller artesanal cercano las mujeres reían. Todo en torno así: vida fecunda. Y se desgranaban las palabras, y se desangraban: “hazme glorioso, vida mía, sueño, glorifícame con tu recuerdo en cada instante; parte tus besos entre tus hijos y yo, que te necesito más que nunca; sosténme en tu alma. Nadie conserva allá recuerdo alguno de mí, tan sólo tú. Nadie me escribe ya: tú sola eres la cadena irrompible que me ata a aquella tierra”. Dos niñas golpean la puerta y piden agua. Saltan, juegan, ríen, desordenan la casa de alegría y de luz y cuando salen, ve las alas en sus espaldas: no alas de pájaros, sino de mariposas tropicales, oro en bandadas, riadas de verdes y sueño. Sigue la máquina de escribir hiriendo el aire, le interrumpe esta blasfemia su liturgia epistolar. “Así es como voy muriendo acá, amor, ¿no lo notas?, ¿no sientes el palpitar de mis sienes enfermas en el latido de tu corazón cuando paseas con la pequeña por la playa? Sé que no debería decirte estas cosas, que te enfadas cuando te digo que te quiero o cuando te escribo “palabras bonitas”, como tú dices. El corazón terminado con la firma y con el sobre confidente, y la sensación estúpida (ha olvidado el sello), piensa en romper la carta. Después de todo, no la leerá.
            La oficina comienza a recogerse, el encargado le ve a través de la puerta abierta: los ojos cerrados, descansando, una carta en la mano derecha y el susurro como antífona: “cuando fuimos eternos, cuando fuimos eternos”. Las miradas que se encuentran y se saben, pues ambos lo comparten. Misma súplica en doble conciencia y recuerdo descompasado: glorifícame, por lo que más quieras, hazme eterno.


martes, 26 de febrero de 2013

10: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (10)



10.

            Yo soy el no, la apuesta en contraparte, pesado el sentir y hondo el llanto. Yo soy la luna en eclipse, agua estancada; tú, piedra que ondas mi liquidez en mi noche. Tú, rama dorada dibujando vuelo, cercenando dudas, aireando sombras. Tú, mano suave en hombro cargado, peso ligero en mi conciencia, apenas soplo. Nosotros, nudo corredizo, corriente nudosa, tronco leñoso de nudos apretados, suerte segura, muerte cercana, reloj que aún da campanadas retrasado. Nosotros eso: ardor, nudo, retraso, somnolencia. Nosotros rosal, días sin pan, manos sucias y pies descalzos. ¿Ellos quiénes son? ¿Acaso alguien, acaso algo? ¿No serán más bien pesadillas? ¿No serán más bien los cuentos que nos narraron de pequeños, en las noches invernales, junto al fuego? ¿No serán más bien ecos sin voces, sombras sin cuerpos, humos sin fuegos? ¿No serán? No. No serán.


lunes, 25 de febrero de 2013

9: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (9)



9.

            Estoy cansado, ¡tan cansado!, de escribir poemas de amor y muerte. Se me resbalan los días con esta lluvia tropical interminable, y el tono de mi voz no sale de la locura. Debería sacar a la selva todas mis palabras, para que la lluvia las lavara, las fuera deshaciendo poco a poco, las desgastara  hasta hacerlas nada… En este instante donde se sostiene el tiempo sordo, donde la vida se olvida y todas las palabras importantes están entre paréntesis. De nada me sirve este retiro a la selva, esta lluvia interminable, este ruido del mar en las playas, las bandadas de pájaros extraños. Todo esto es nada en esta estación inexistente. Vivo donde no hay renovación posible, donde no hay vida. Es el mismo paisaje quien me succiona el aliento como un parásito inmenso, como un vampiro verde y vegetal. Este cansancio se me vuelve torpeza por entre las ventanas, por sobre los tejados de bambú y los arrozales, se me vuelve sórdida melancolía en los caballos, entre las jaurías de los perros. Veinte o cuarenta o más lanzas de palmeras se clavan entre el cielo y el mar verde y encharcado. Música de agua de lluvia de ranas de pájaros el mar a lo lejos sus olas rompiendo los arrecifes de coral la arena negra y el sol por entre las montañas perezoso salvajes llenas de verde y fresco y la inmovilidad total de esta mañana como todas las demás de este detenerse el tiempo para venirse a romper resbalado de tus manos al suelo como un cristal en bola que se rueda por las noches en el piso de arriba oyendo mientras duermes su paso terrorífico y la calidez del robo cuando te roban el aliento con el verde fresco y el vapor que sube de la tierra y cuece todo como en marmita de hechicero necio así se me resbala el tiempo mientras todo parece venirse abajo alrededor la sensación de que no queda nada a lo que agarrarse salvo mantenerse firme en la mínima roca sobre la que estás de pie y que por favor no se caiga también con todo lo demás mientras palmeo con las manos violentos equilibrios para no caer pues la roca se va haciendo más pequeña se recorta a cada expiración a no ser que me cuelgue del cuello de las águilas de ojos rojos que van mostrando su plumaje pavo real por entre las nubes y los aguaceros o siga el rastro del rey perdido y me hunda en el pantano en su búsqueda o pida permiso para sentarme a su lado durante la ceremonia o le diga al tendero que por favor me lo anote en la cuenta y al fin de mes le pago. Extraño es que en un lugar donde no hay sol nos llegue la mala sombra.


domingo, 24 de febrero de 2013

8: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (8)



8.

            A veces quisiera no sentirte, no quererte, no conocer siquiera tu existencia, para así entregarme sin temor a la batalla, a la lucha, sin temer perder la vida. Cuando pienso que podría existir de otra manera, y entregar mi vida a causas nobles, aunque pocas quedan ya que realmente merezcan  la pena. No atar así mis latidos a tu cintura ni hacer depender mi respiración de tu mirada.

            Y es que, cuando abro la ventana en la mañana, junto con el ruido y los ladridos, me viene el eco de que vives, de que piensas en mí, aunque nadie nos vea nunca juntos. Si hay una reunión importante te veo entre los papeles y en las pancartas de la huelga es tu nombre y tu rostro los que leo, cuando explico a mis alumnos un poema son las letras de tu boca las que escribo, y si cierro los ojos aún te veo, retenida en mis pupilas, en lo oscuro. Dime cómo borrarte, cómo hacerlo, sin perder también contigo mi memoria, sin renunciar a ser yo mismo si una nube negra te me lleva. No importa lo que escriba o lo que oiga, estoy en tu presencia de continuo y, si duermo, de seguro que mis sueños llevan tu silueta entretejida.

            Nunca te escribí una carta, un poema, ni siquiera una nota en el espejo, nunca pronuncié en público tu nombre, ni conservé nunca foto tuya. Pero la vida corre por tus venas y estás más viva que yo mismo. Sé que existo en tu memoria y que es tu cariño lo que me sostiene. Y no sé cómo pensar en otra cosa, pues te llevas con tu vida todas mis causas.

            Mira, hagamos una cosa, vivamos un segundo eternamente.


sábado, 23 de febrero de 2013

La sangre del jinete: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (7)



7.
La sangre del jinete.

            Hacia el fondo del féretro hay perlas ensangrentadas. El manantial dorado que brotaba bajo las plumas cenicientas. Como palomas que vuelan desorientadas, gacelas que avistan al cazador, viñedos clavados al cielo, nubes que huyen hacia la soledad del infinito… Así se enroscaban las serpientes en torno al cuello del pobre perro, queriendo besarle le ahogaban, queriendo amarle producían su muerte, mirándole a los ojos le cegaban y suspirando en sus orejas cerraban para él todo sonido. Con las perlas ensangrentadas aparecían las primeras estrellas, testigos silenciosos, aparecían los soles nocturnos, los lagos donde la doble luna se baña. Y ya todo fue una confusión de silencios y una amalgama de colores. Salieron los toros al valle, salió el caballo, salieron los patos y las cabritillas, salieron el cuervo y el gallo, salieron todas las palomas,… Mas sin pensarlo y sin querer, se oye una elegía por entre los arrozales, un murmullo de llanto que va acariciando los viñedos y llega hasta las naranjas y baja hasta las raíces; una brisa que anuncia la herida de la noche, la sangre del jinete y de las perlas, la sangre de arboleda y casa blanca, la sangre de la brisa, perlas ensangrentadas. ¡Ocúltale, tierra, oculta su nombre, oculta su cuerpo y su botín recién robado! ¡Oculta su rostro, oculta al caballo y al jinete!

            Hacia el fondo del féretro. Hay perlas ensangrentadas en el manantial dorado. ¿Qué brotaba bajo las plumas cenicientas como palomas? La sola oscuridad y el latido. La jauría de lobos que recorre la sierra, que baja hasta el pueblo y arrasa con animales y con algún niño descuidado. La nieve que anula todo, que hace ciego y deja la blanca ceguera como recuerdo y presencia de su paso en la fría negra silenciosa noche. Se mueven con ritmo las ondas del lago dejando a la vista las algas, los caracolillos, las piedras. Matadme y viviréis eternamente, así dicen los ecos que llegan desde la otra orilla. ¡Ocúltale, tiempo, en tu féretro irrompible! ¡Oculta su rostro, su presencia, su botín! ¡Oculta al caballo y al jinete!


viernes, 22 de febrero de 2013

La silla azul: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (6)



6.
La silla azul.
            (A Miguel Martínez).

            Recuerdo tu silla azul colgada de la pared. Los amplios salones vacíos donde resuena el eco de los murmullos, donde se derrama la luz verdosa del día, por los amplios ventanales, los grandes ojos abiertos de par en par. Los amplios salones vacíos donde siempre es caliente el aire y parecen moverse las cortinas al compás de una música callada. Desde el umbral contemplo la arboleda: nunca entró en los amplios salones, nunca. Con tristeza adivino los árboles talados, más allá de la ventana, más allá del camino de tierra, y la acequia cuyo canto dejó de ser risueño el día que abandonamos. El cielo azul, imitando estos muros, y el aire caliente de principios de agosto, porque siempre es en principios de agosto. Así los contemplo, solo, dejando que la tristeza vaya viniendo en suaves olas, hasta sentir las olas saladas en los ojos. Y allí permanece para siempre la silla azul colgada de la pared. Tu silla azul. De tejado en tejado van dejando pesadas grises los recuerdos, van saltando gatos torpes con la piel erizada, cercanas las escaleras, los caracoles, los próximos deshielos (y con ellos el romper de la membrana de la fuente…). Las manos me cierran los ojos y contemplo el otro salón con mil ventanas, más triste, más solo, más grande. El techo es tan alto que caben todos los adolescentes atolondrados del mundo, vigilados por cocodrilos de uniforme, por perros perezosos, por árboles tullidos. ¿Dónde dejaría la estatua el trazo negro de los cuervos eléctricos? ¿Dónde se olvidó el brochazo brillante de tu pelo, el relámpago ciego de una tormenta de verano, sin lluvia, sin agua, sin realidad posible? Junto con la suave pelota echada a rodar, escaleras abajo, van descendiendo hacia la fuente todos los recuerdos verdosos de estos amplios salones vacíos. El aire cálido hasta la náusea, hasta tener que abandonar el pasillo y salir de la casa a la nada, hasta dar media vuelta y ya haber olvidado para siempre estas estancias, el color de las murallas y de los muñones de los árboles a través del cristal. Con las últimas bandadas de hormigas somnolientas, bajo el bochorno de los primeros días de agosto, el cocodrilo de uniforme cierra las puertas del salón vacío. ¿A qué tanto misterio y tanto sueño? Hace tiempo que se olvidaron estas habitaciones, ya nadie las echa en falta. Salvo por tu silla azulada en la pared como un desafío. Esta es la prueba más palpable de que vivimos acá, de que lo abandonamos, de que tenemos aún algún recuerdo, de que moriremos algún día y se nos llevarán para siempre estas hormigas desganadas. La risa de la acequia se vuelve transparente mientras va cayendo la noche. El verde del día se ha desteñido con estos muros exiliados y lamentables (sólo la silla en la pared parece ajena y se olvida de desteñirse). El pasillo está vacío, y no quiero entrar a los salones de noche, porque no hay motivo, no hay recuerdo. Tan sólo un dolor y la sensación de haber perdido algo y no saber qué es, cuando veo la silla en la pared, inmutable al cambio…




Se me olvidó escribir así,
en catarata,
ya no puedo escribir así.
Ya no sé dejar
espacio entre las palabras,
entre las líneas música.
Y es que las palabras se me agolpan
en la boca, se me agolpan
en el pecho, en las manos
se me agolpan,
me avasallan, luchan por salir,
oprimen todo mi cuerpo,
y cuando escribo
emborrono los papeles con tonterías
sin saber lo que escribo
y todo se me queda entre las líneas:
así, los papeles manchados de tinta
pero no saben decirme lo que quiero,
todo se me queda entre las líneas.
De esta manera es como, en tropel,
en jauría, en riada asfixiante y devastada,
me golpean las palabras
sin poder acallarlas,
sin poder cerrar mi cuerpo
a su presencia invasora.
Y yo ensayo una estúpida venganza,
palabras en tropel, en jauría,
sin orden ni música, sin ritmo,
y os rompo por medio antes de plasmaos,
destruyo toda posible
belleza, fuerzo
las líneas al máximo,
no dejo ningún espacio, ningún
resquicio para que se filtre
vuestro maleficio verbal
vuestra presencia
en ríos tormentosos y en dobleces.
Mas de nada sirve y os reís así de mí,
desdoblando en el espejo
mil veces
mi rostro nuevo de cada día.



jueves, 21 de febrero de 2013

Sosténte hasta que se rompa: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (5)



5.
Sosténte hasta que se rompa.

            ¡Tu soledad sin caderas! Bajan las aguas rojas, henchidas de cuchillos. Puedes beber mis palabras, puedes beber mis labios, puedes beberme. Mientras el reloj desgrana el tiempo encima del armario, no lo mires y sigue con las estrellas, no lo mires son mis ojos, no lo mires el fuego entre la leña, no lo mires no lo mires, absorbido el sentido en tus palabras, en la cadencia de tu voz no lo mires, no lo mires no detengas este instante y hazlo, no lo mires, por no mirar, eterno. Junta tus párpados a las arpas colgadas en los árboles, los canales que bajan hacia el pueblo, la noche silenciosa herida por las farolas, el ladrido lejano y no lo mires. El olor a pan y el gusto a vino en la boca, los ojos cerrados, no lo mires, y las manos a tientas buscando, buscándote, como con juego de gatos garduños, no lo mires, nevada toda la cuesta del cementerio, las cruces cubiertas de blanco, no lo mires, y dentro el suave sopor de la casa. Perezosos mis recuerdos, demorosos mis instantes, nemorosos los suspiros, no lo mires, no lo mires, y en la noche sin estrellas tu estrella preludia de cielo, no lo mires, el fuego se apaga con un murmullo lejano de coro de niños, de mesas de madera, de ventanas abiertas a las nubes, no lo mires, bajo el techo de la casa, no lo mires, se desborda el agua por los lejanos corredores, no lo mires, llegan a tus pies las lágrimas y a mis lágrimas tus pies, no los mires, y el silencio. Se oyen voces extrañas dentro del agua, no lo mires, será el latido de las olas, será el respirar del océano y mientras, no lo mires, se despereza un sonámbulo vestido de púrpura. No lo mires, tus aguas a mis pies, lazo en tu cuello, y el nudo es más fuerte cuanto más amor soporta, no lo mires, no lo mires, sosténte hasta que se rompa.


lunes, 18 de febrero de 2013

Ángel extraño: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (4)



4.
Ángel extraño.

            Ángel extraño que me rozas la frente con tus alas, sombra que desvela mis noches y torna mis días en iguales, no serás tú quien me confine al olvido y al silencio, no serás tú quien se aferre a mis tobillos para hundirme en el pantano, no es este grito sordo lo que busca mi memoria, ni el sonido de la lluvia en la naturaleza verde hasta la saciedad de estos contornos, entre mil te encontraré, entre diez mil, percibiré tu rostro entre el cortante brillo de luces multicolores bajo la esfera de cristal o la escalera de espejos y aunque, ángel extraño, te escabullas entre la multitud, te derrumbes y extingas tu cuerpo, te hagas nada, sabré reencontrar y releer las historias silenciadas en tus cenizas palpitantes, pues ya sé, ángel extraño, alguien me lo dijo, que la combustión de tu cuerpo no es sino un ardid que utilizas para liberarte de tus amantes, de aquellos que te persiguen bajo la nieve, arrastrándose por encharcadas escaleras hacia el fondo, hacia lo oculto en el calor de la tierra y es así, ángel extraño, como llegamos al final de nuestro destino, pues al final nos encontramos, encadenados los brazos y los pies encadenados, ambos encerrados en la misma jaula, cuántos más hay, veinte treinta cuarenta, pero entre todos destaca la aureola encarnada que te corre frente abajo bajo forma de sangre, esperando que nos llamen para arrastrar nuestras cadenas jaula afuera y preguntarnos si deseamos ver nuestra propia muerte nuestra propia trampa nuestrapo de lágrimas este que aquí ves, ángel extraño, sino la camisa del anterior ejecutado, ahora en qué piensas, ángel extraño, quizás en tus tres hijos o en los árboles de tu pueblo o en los ojos de tu madre o en tu primer beso o en la canción del trabajo o en tu noche oscura golpeada, ya se oyen los pasos, ya abren la puerta, ya salimos a la espesura más adentro, ya caminamos fuertes y fronteras, la luz cenicienta que nos ciega y es que ni el sol salió hoy para vernos culminar nuestros días como topos, bajo tierra, ciegos, mas no mudos, gritaremos hasta reventar, ángel extraño, no dejaremos que la tierra beba nuestra sangre sin que nos oiga, vamos, levántate, ya están aquí los pobres hombres que han de rompernos la vida, y así te sigo reconociendo, entre las decenas de compañeros de sangre, huelo tu aroma ángel extraño el mosto de granadas se nos niega.



domingo, 17 de febrero de 2013

HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS, de Fred Vargas.



Mi hermana pequeña dice que me pasa algo semejante a lo que le ocurría a cierto personaje de una novela: yo no elijo los libros que leo, ellos me elijen a mí. Esto viene a tenor de cómo me topé con las novelas de Fred Vargas (algo que me resisto a omitir en este comentario):

Lugar: la Feria del Libro Usado, en Santiago de Chile. A poco tiempo de cerrar por ese día, y yo con 5 libros ya bajo el brazo, me encuentro frente a un puesto donde, en primera fila, aparecen los libros de saldo, y entre todos ellos, uno de título HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS. Seguramente por contrariar esta advertencia del título, y tan divertido como si se tratara de una broma, compro el libro. De un tal Fred Vargas (después sabría que es Frederique). Francés (francesa, después sabría).

Quizás por influjo de los libros que leí anteriormente a éste, comencé a leer la novela como si de un “novelón” (en el mejor sentido de la palabra) francés del XIX se tratara. Mi sorpresa y mi placer lector iban en aumento:

un protagonista, el comisario Adamsberg, que no sólo no era un héroe, sino que ni siquiera era un antihéroe, simplemente era un comisario que no parecía tal, con un caso entre manos que se iba agrandando como una bola de nieve;

una plazuela parisina, microcosmos atemporal de pueblo, con su taberna, sus consejeros, sus costumbres, su pensión, incluso su pregonero (papel esencial en la trama, y uno de los personajes más entrañables, a mi modo de ver);

una trama entrelazada con los temores medievales a la peste negra, secretos familiares, venganzas, asesinatos aparentemente aleatorios,…

Tras leer la novela, supe que el comisario Adamsberg de Fred Vargas, se me había acomodado en la lista junto con el Wallander de Henning Mankell, el comisario Brunetti de Donna Leon y el comisario Montalbano de Andrea Camilleri. Y en su entrada en este cuarteto, me vinieron a la memoria los primeros libros “de detectives” que leí, ALFRED HITCHCOCK Y LOS TRES INVESTIGADORES, seguidos de las novelas de Agatha Christie (fue mi entrada en la “literatura adulta”) y las infaltables novelas de bolsillo de Curtis Garland (¿cómo olvidarme de aquella de los vampiros que sólo podían ser derrotados con el signo L, en lugar de con la cruz, porque eran vampiros venidos del espacio exterior?).

Releo lo que he escrito hasta ahora y veo que apenas he escrito nada sobre el libro en cuestión. Pero las consecuencias fueron inmediatas: a los tres días regresé a la Feria del Libro Usado y compré otras 4 novelas de Fred Vargas (junto con otros 7 libros, lo reconozco). Estoy ahora con MÁS ALLÁ, A LA DERECHA. Y no me defrauda. Terminaré éste y me leeré los otros, de un tirón. Me gusta que me cuenten historias “bien contadas”. Creo que es uno de los mejores elogios que pueden hacerse a un novelista. 

viernes, 15 de febrero de 2013

KAFKA EN LA ORILLA de Murakami.




Comencé a leer a Murakami con CRÓNICA DEL PÁJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO. Ahora, un par de años más tarde, me decido con KAFKA EN LA ORILLA. Y descubro las constantes de la literatura de Murakami: espacios-tiempos paralelos, espíritus, tramas desdobladas, huidas, gatos.

KAFKA EN LA ORILLA (del mar) es un libro (el que tenemos entre manos). Es una pintura (la que mira sin cesar Saeko). Es una canción (la que escucha Kafka). Me imagino que es la misma historia en distintos soportes, aún llevando una historia paralela. Una historia que se me escapa en su totalidad, pero que marca unas líneas de por dónde va el devenir de sus personajes.

Es ingenuo pensar que la voz narrativa de la novela sea un joven de 15 años, Kafka. No lo es. (¿Quién llamaría a su hijo Kafka, por otra parte?). Lo que puede comenzar como una aventura de iniciación juvenil, el abandono del hogar paterno, se convierte en la novela en algo más. De fondo aparece permanentemente la profecía edípica, que no sabemos si realmente se cumple o no. Creo que esto queda a gusto del lector.

Veo que KAFKA EN LA ORILLA flaquea, para mí, en lo mismo que flaqueaba AHS ASYLUM: la trama de los otros, los extraterrestres. No se desarrolla bien qué tiene que ver esta línea del anciano en la historia de Kafka, más que para abrir la puerta de acceso a una especie de Sangri-Lha – limbo – cielo. Tampoco la figura de la profesora, a la que me hubiera gustado seguir más en su entrevista sobre los hechos ocurridos en el claro de bosque con los alumnos. ¿Para qué las entrevistas al médico, la profesora,…? ¿Está siendo seguido-observado el anciano, de alguna manera?

El personaje del camionero se me asemeja a una especie de Sancho Panza en la novela: comienza siendo el más “aterrizado” en la realidad que vive, para terminar recogiendo el legado del anciano muerto, con piedras que son llaves y conversando con gatos.

En ciertos momentos, el espacio de Kafka se (me) hace claustrofóbico: la biblioteca, a la que yo, como lector irredento, hubiera sacado más partido. Ya sé que es un símbolo y todo eso, pero para la trama, lo mismo podría haber sido un supermercado o un bar (bueno, casi). Me esperancé un poco cuando Kafka agarra LAS MIL Y UNA NOCHES, en la traducción de Burton, e imaginé una línea intertextual, pero nada. Murakami parece haber decidido que teníamos que tener claro que lo que él proponía era un paisaje con el complejo de Edipo de fondo.

El bibliotecario también me parece un personaje levemente “desaprovechado”. ¿Para qué la revelación de su “identidad”, si después no cumple papel alguno en la trama? (¿o es que leí muy rápido y me perdí algo?)
Leí KAFKA EN LA ORILLA en dos días. Me gustó. Pensé que las tramas paralelas iban a encontrarse en algún punto, pero no. Creo que eso es lo que me queda dando vueltas tras leer el libro. Hasta pensé que Kafka y Nakata eran la misma persona con distintas edades viviendo al mismo tiempo.

Esto son unos apuntes subjetivos tomados “a vuelapluma” tras leer la novela. 

jueves, 14 de febrero de 2013

CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (3)


Lipti-Lehniv


3.
Hijo mío.

            Si por estas cosas de la vida no estoy vivo cuando nazcas, quiero que sepas que te he amado siempre. Aun sin conocerte, sin saber si eres mujer u hombre, sin contemplar los rasgos de tu rostro recién vivo. Te he amado siempre, desde antes de tu anuncio, antes de saber que estabas en camino. Como si fueras mío, un retoño, una parte también de mi persona. Antes de existir te imaginaba caminando de mi mano, paseando por las calles en mis brazos, acariciando tu rostro dormido. Como si fueras mío. Y no me digáis, por favor, que no tengo derecho, que no hay nada de mi sangre en la suya ni nada de mi cuerpo en su cuerpo: porque sé que no es así. Podrá haber una gota de mi sangre en tu cuerpo y, si no hay ninguna, el amor que te tengo se cristalizará en una lágrima roja para tus venas. Sé que es así, que así está bien, que así debió ser desde el principio. No miro al cielo esperando señales: sé que no las habrá. Escribo estas líneas con el temblor de la última palabra, que no sé si me permitirás si acaso llego a conocerte. Hijo.


miércoles, 6 de febrero de 2013

CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (2)



Lipti-Lehniv
2.
Mi sangre no está encadenada.

            No hay palacios, ni mares azules. No hay manjares, ni perlas preciosas. No hay adornos, ni ropa lujosa. No hay música, ni cantos, ni bailes.
            Nada de lo imaginado hay cuando falta el aliento y sobran las cadenas. No puede llamarse “vida” a nada, cuando no puedo llevarme las manos al pecho. Por eso sufro con tu recuerdo, con tu ausencia, se desangran los días con lenta agonía. Sólo atado a tu voluntad con gruesa cadena.
            No había nada de lo imaginado, de lo prometido. Pero, ¿acaso importa? Me basta con sentir mi sangre en tus venas, mi sangre regando tus campos y dándote fruto para que sobrevivas, mi sangre que no está encadenada para morder tus cadenas, mi sangre sin estrenar todavía, mi sangre fresca.



martes, 5 de febrero de 2013

CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (1)



Lipti-Lehniv
1.
Nunca dije adiós.

            Me pregunto cuánto tiempo más podré seguir viviendo así: viviendo de recuerdos, sin tu presencia. Quisiera pensar que te tendré pronto de nuevo, que volveré a ver tu risa en la tarde, cuando sople el viento en el valle, cuando los pájaros crucen el cielo rojizo hacia los cerros, cuando se nos olviden todos los dolores, las separaciones y las heridas. Pero al instante siguiente sé que no es así, que quizás no te vuelva a encontrar, que quizás te he perdido para siempre… Y no me resigno a la idea de vivir sin ti, porque nunca me despedí, nunca dije adiós, nunca separé mi corazón ni mis recuerdos ni mis latidos de tu lado. Mientras llueve, recuerdo tu risa, recuerdo los niños correr hacia la escuela, recuerdo cuando se desbordó el estero y nadie nos ayudó, cuando vinieron y nos echaron de la casa, cuando registraron nuestros libros y cuadernos y quemaron las guitarras. Se me hace tarde pensando en ti, se me oscurece, pero no me importa, porque mientras permanezco en tu recuerdo me siento vivo. Estoy tan lejos de ti que no puedo respirar sin que me duela.


            Ya son sólo cenizas mis palabras. Agua nube casa lágrima ya no son nada para mí sino cenizas y como tales cenizas se me deshacen entre las manos se las lleva el viento de nada servirá el recogerlas de nada guardarlas o protegerlas del viento el contacto con la vida las destruirá para siempre y sólo quedarán trozos minúsculos inservibles pequeños insectos negros después de las llamas y quizás así también toda nuestra vida amor como un vacío pleno para descansar de una vez por todas de tanta opresión y violencia de tanta maldad contra los pequeños y tanto odio contra los débiles así sin pasar los fuertes sin atravesar las fronteras nos presentaremos de nuevo como la vez primera y volveremos cara a cara a decirnos te quiero y ya los guardas no nos preguntarán dónde vas ni nos pedirán identificarnos cuando la noche se torne suave en lugar de sangre serás néctar de nuevo mis ojos podrán abrirse para llenarse de rostros queridos para absorber todo este paisaje y estos cerros resecos tras el paso tortuoso y lento del tiempo por fin mis clamores tendrán oídos porque esta vez no te habrás ido me esperarás junto a la fuente.


domingo, 3 de febrero de 2013

COMPAÑÍA


Recuerdo tu sangre,
en Davao City, en Filipinas;

tus llagas,
en Singapur;

tu dolor,
en Lembata, en Indonesia;

pero, sobre todo,
recuerdo tu silencio.

Las horas interminables
en silencio;
dejando la vida pasar,
viviendo la vida sin más,
por el mero hecho de sabernos vivos.

Ahora ya
ni sangre, ni llagas, ni dolor:
sólo silencio.


CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (3)



Nota.

            Encontrar un manuscrito en la basura puede ser un tesoro. O puede no serlo. Esto depende del contenido del manuscrito y de su repercusión en quien lo encontró.

            Después de más de 7 años llevando este cuaderno conmigo allá donde voy, soy consciente de que su importancia será distinta según las personas.
            Yo lo llamo “el cuaderno indonesio”, o también “el cuaderno de Lipti-Lehniv”, por las palabras que aparecen al inicio, ignorando si dichas palabras corresponden a una persona o a un lugar.

            Venzo mis reticencias iniciales gracias a algunos amigos, y dejo en manos del editor la publicación (o no) de estas páginas.

            Si tan sólo llegara a alguno de los lectores o las lectoras la décima parte de lo que han significado estos textos para mi vida, ya sería mucho, y el esfuerzo habría merecido la pena. Vale.