sábado, 30 de marzo de 2013

Aquí se me acaba todo: Textos sin numeración de Lipti-Lehniv





            Aquí se me acaba todo. No sé si va a empezar algo ahora, pero ya sentí que lo anterior está muerto: no se puede hacer nada por recuperarlo, por asirlo. Y el comienzo no puede ser más triste: dos botellas de licor y una música mexicana desgarrada (Chavela): así va a ser el futuro. Y se acabaron ya los libros cultos y reconocidos, parece que voy a tener que acostumbrarme a la oscuridad (Artaud, Walter, Ellroy, el Víctor Hugo de “El hombre que ríe”). Llueve, eso también es frecuente a partir de ahora. Me voy lejos de aquí, de mí mismo, quiero decir, de mí mismo. No acabo de encontrarme. Estar en paz, sí; lo estoy, pero lo estoy como de una forma anestesiada, sin confrontación, sin lucha.
            Pasaron ya casi veinte años y las escaleras siguen ahí mismo, donde siempre. Siguen bajando las escaleras de caracol, con agua negra encharcada tras la lluvia sucia. Nada que ver con Riangkemie ni Lembata, me salto a lo anterior: los perros que ladran a la luna en los callejones oscuros.


viernes, 29 de marzo de 2013

Todo inicio es así: vacío: Textos pegados de Lipti-Lehniv




            Todo inicio es así: vacío. Siempre pensaba en blanco cuando los inicios, pero no. El inicio es vacío, no blanco. Tampoco es silencioso, sino apabullante, atronador, el inicio. Es vacío insoportable. ¿Y de este inicio que es vacío trato de sacar mis sentimientos? Trato de arrancar estos recuerdos retazos ramalazos para que el dolor no se los lleve, el olvido.
            Y a pesar de la dureza voy a tener que hablar de ello: de los ceniceros vacíos encima de la mesa, de los cigarrillos en medio de la noche tropical, de su humo, del hombre que los fumaba, de ese hombre, de ninguno más voy a hablar: sólo de ese hombre. No voy a desarrollar en exceso estos brotes. Incluso voy a podarlos antes de que crezcan, para que se hielen con este frío de febrero. Conozco brotes que soportan el frío, que hibernan, que resisten el paso del tiempo. Olvido decir algo: he mentido: no voy a hablar de un solo hombre, porque cada hombre arrastra una multitud de rostros tras de sí: voy a hablar de varias personas, centenares quizás, quizás miles. Y lo voy a hacer de manera desordenada, a golpe de corazón, que es el peor golpe.
            ¡Qué vacío está todo! ¡Qué vacío estoy todo! Dejé morir al viejo poeta. Sí, lo dejé morir. Dejé que el calor y la fiebre le quemaran hasta consumirse y con sumirse en un profundo silencio cálido y verde se marchó, se fue. Tan sólo fue eso en el inicio: vacío. No fue ningún sentimiento, ningún pensamiento, ninguna experiencia, fue la ausencia de todo, de todo sentimiento, de toda idea, de toda vida. Fue el fogonazo en el que todo se consumió sin haberse apenas concluido: fue el dolor, la locura. La desilusión. El abandono de la lucha por vivir. El abandonar, el abandonar-se.
            Nada es comparable a las noches en el calor de la isla. Tan sólo se oye el fragor del mar y los murciélagos grandes que mordisquean los mangos y las chirimoyas. La brisa suele soplar poco: viene preñada de calor, de olores, de ecos lejanos, ausentes, perdidos. Allá es donde aparece este humo. El humo de  un cigarrillo cada noche, de dos cigarrillos. El humo de las cremaciones festivas, donde se cena tras el funeral y se cuentan leyendas y chistes.
            La noche no pasa lenta, simplemente no pasa, se detiene, se queda retenida en el corazón. La noche son cien noches, mil noches, mil y una noches: los mismos cuentos con distintos collares, los mismos perros con distintos finales.
            La indiferencia.
            La ausencia.
            Desentenderse de uno mismo, que igual da estar vivo o muerto, acá o allá, con éste o con aquél. Ya no importa. La indiferencia. Y todo por la muerte del viejo profeta.
            Las bocanadas de humo, nubes enanas, pensamientos, suben lentamente, se tiñen del negro de la noche, de esta noche detenida-retenida-deteniente-reteniente, de este momento que no osa pasar, que no pisa los umbrales de la siguiente hora, del instante próximo. Las sillas verdes de plástico detrás de la casa, frente a la palmera grande y el hoyo donde se quema la basura, frente al cementerio, al mar, a Adonara, al cielo, al vacío, al negro de la noche. El descanso tras el ajetreo cotidiano: la paciencia asiática. Ni siquiera las palabras ni los gestos tan sólo las presencias para sabernos vivos y existentes para sabernos significantes para sabernos simplemente. Para sabernos. ¡Tan mal lo recuerdo ahora!
            La llamada de teléfono en un mediodía destemplado, la fiebre, la ausencia. El silencio como prueba patente de la fragilidad de la vida, de la inutilidad de la ausencia, de su sin-sentido. La pérdida de los sueños, las ilusiones rotas, el desperece de la locura y el susurro irritable de la desesperación, de la fiebre, de los mareos, del dolor de cabeza.
            El mar nos mandaba trozos de mar y el cielo trozos de estrellas; la palmera no mandaba nada, era más astuta y callaba, esperando el momento. ¿Dónde estabas tú entonces, alma corazón sentido? ¿En qué parte te refugiaste y escondiste tu deforme y amoroso rostro? De tu ausencia saco fuerzas, pero la vida me venía de tu presencia. ¿Dónde estabas tú entonces?, ¿en qué ladera? Tras tu voz perdida no quedan más silencios. Los ruidos perdidos son la transparencia, mis palabras son el desconsuelo, la vacuidad, la nada. Quedándome tanto, no me queda nada.


miércoles, 27 de marzo de 2013

Siempre encuentro, en mí mismo, innumerables ocasiones para decirme que no sirvo: Tercer cuadernillo (19)



19.


            Siempre encuentro, en mí mismo, innumerables ocasiones para decirme que no sirvo, que no soy digno: excusas tan sólo de mi cobardía. Si encarara tempestades sin brújula y con las velas hechas jirones y saliera airoso, igual diría que no puedo. Aún en la noche en que se incendiara mi mundo y, en cada brazo dos personas y miles en el alma, todos salvos, nadie perdido, suspirando de alivio y alegres por estar vivos, igual diría que no puedo. Y no es tanto el peso de los días, que sí, sino el deambular constante del sentido, no saber hacia dónde dirigirlos. Los ideales, bien; los programas utópicos, bien; los grandes relatos, bien. Pero es en lo concreto en que me pierdo, en la vida diaria que se juega mi existencia. Estas reflexiones no surgirían en mí si no me hubiera encontrado muchas veces en esa texitura: yo o alguien conocido.


martes, 26 de marzo de 2013

Las palabras escritas que no serán nunca reveladas: Tercer cuadernillo (18)



18.


            Las palabras escritas que no serán nunca reveladas. Quedarán en la hoguera, devoradas por una gula pirómana  y quizás, en esas mismas llamas, arda yo, arrojándome ciego a la inmolación. Como un hereje. Tras este velo que esconde las palabras. Nadie sabía que al golpear manaría la sangre a borbotones, que se rompería la fina membrana que recubría lo secreto. El problema es que no acabo de asumir el anonimato de manera perfecta: no me resigno a ser ese grano de arena en este desierto. Y debo admitirlo, acostumbrarme a lo gris de los días en medio de lo verde, apagar mi voz para que griten mis manos. Arrojar todos mis escritos en este remolino. Pero me es demasiado doloroso hacerlo yo mismo. Pediré ayuda, y sin ser yo testigo, pues no estoy seguro de escapar al poder hipnótico de mis ecos en el fuego, a escapar al deseo de quemarme hasta la extinción con mis propias palabras: mi propia voz. Saldrán siempre otros trovadores, otros reyes, otros profetas. No será necesario levantar mausoleos ni premios tras mi pérdida. En realidad, pérdida supone ausencia de algo poseído y sin conciencia de poseer algo, sin conocerlo siquiera, la tal pérdida no es posible. En definitiva: que no se habrá perdido nada. Nada salvo esta ¿melancólica? (no es la palabra más oportuna, pero ninguna más acude a socorrerme) ilusión infantil, este deseo de compartir no las palabras sino sus trasfondos, las trastiendas del corazón. Me imagino que allá es donde se guardan los repuestos, los recambios, los últimos cartuchos, las reservas “por si acaso”, y esto puede decirse de sentimientos, de pensamientos, de palabras o de hechos. No sé de qué manera estas trastiendas se nutren y se organizan, si se autoabastecen con lo real o si acumulan lo deseado, si se apoyan en lo que es o en lo que pudiera haber sido o en lo que nunca ocurriría. En cualquier caso, y de cualquier manera, sería bueno poder echar un vistazo de vez en cuando a estos cuartos de atrás. ¿Cómo podrá hacerse uno con la llave? (Después de encontrar la puerta adecuada en los oscuros pasillos con puertas de cristales enmarcados en madera, claro). Además es allá donde siempre fallan las bombillas, donde se anuncian sombras o se ensayan roces, donde aparecen los fósforos uno dos tres éste tercero logra encenderse hasta quemarse los dedos y ser arrojado, no sin antes ver que no era para tanto: tampoco da tanto miedo estar solo en medio de la noche, en un pasillo oscuro, con un manojo de llaves y sin saber quién ha encendido esta cerilla enfrente de tí, pues tú tienes el manojo de llaves aferrado como quien aferra una rama en el precipicio al que está abocado. Un cofre dorado y terciopelo que acumula polvo y telarañas y abrirlo, encontrar la llave o forzar la cerradura, ¿quién habla de puertas? esto es un cofre, y si no, romperlo y sin sí saberlo, que lo importante es el contenido, lo importante es ser contenido: palabras. No me refiero a dibujos de letras en papeles, eso no son palabras sino libros o apuntes o recortes o qué sé yo. Me refiero a palabras, ecos, voces, no a su representación; y es ahora cuando me doy cuenta y esta toma de conciencia se me vuelve pavorosa y me produce vértigo: puedo quemar mis cuadernos, destruir mis carpetas, pero nunca podré borrar las palabras que han nacido; podré matar su representación, pero nunca matarlas a ellas mismas. Pues no sólo estos papeles son representaciones de palabras, sino que las palabras son representaciones de otras cosas, y esas “otras cosas” no pueden borrarse: silencios, ausencias, encuentros, dolores, recuerdos, lágrimas. Estos arcones antiguos siempre guardan algo de infancia en su interior, algún descubrimiento revelador de última hora que reilumina todo lo que ha venido a ser hasta este preciso instante. Sé que son lugares comunes, pero no los rehuyo, pues estos lugares comunes coinciden (o son) los lugares humanos. Por eso no voy a lanzarme a otras empresas: pisaré los caminos que todos han pisado, beberé de las fuentes que todos han bebido, hablaré las palabras que todos han hablado, sufriré los dolores que todos han sufrido. No buscaré ser único ni original, no es ése mi destino, sino al contrario, compendiar en mí todo lo humano, como los lugares comunes, ser cada vez más humano, más anónimo, multiplicado, ser cada vez más todos, ser cada vez más la mayoría, la raza humana, lo humano, lo vivo. Parece ser que ya esta puerta está entornada, ahora no me aterra tanto lo que hay al otro lado: también el dolor, el olvido y la muerte son lugares comunes, también a ellos me veré abocado. Mis reservas de dolor, olvido y muerte aún no están agotadas, así que aventuro que vendrán otros tiempos menos venturosos que los presentes, aunque en éstos no esté como para estallar de júbilo. Como un curioso impertinente, volveré a cerrar la puerta, el cofre, sin ruido, qué tonto estoy solo y tomo todas las precauciones para no hacer ruido, pero es como una costumbre, una tradición, un rito: he visto algo que quizás no correspondía haber visto ahora, esta contemplación de la trastienda. Desandando lo andado, retornaré al lugar de donde partí: volveré a ser una voz mediocre, una estrella fugaz en el torbellino de voces pretendidamente originales, radicales sin raíces, haré como que ignoro la existencia de esta puerta, de esta trastienda. Me digo a mí mismo que no es por hipocresía: es por respeto a la vida: cada momento tiene su tiempo, y éste no era el momento, me he saltado varios ciclos o varios lugares comunes. Puedo hacer trampas a los demás, pero resultaría patético hacerme trampas a mí mismo. Volveré a los lugares comunes, a la representación de la representación de la representación, al fárrago y cansancio de las corrientes, a la oleada de vientos y tempestades. Este tercer fósforo dura demasiado. Debería decir que quema los dedos y es arrojado al suelo. Oscuridad de nuevo. Silencio, soledad, venas de mi sangre. Leve ondulación del aire, el mundo  es creado de nuevo, ante mí aparece un luminoso cuarto fósforo, y yo aún no sé quién lo ha encendido y de quién son estos dedos que sujetan todo con un sentido fuera del sentido,  con una luz en estos dedos, con un reflejo que ilumina estos oscuros pasillos. 

lunes, 25 de marzo de 2013

Corazón terminado, ¿y cómo, si no?: Tercer cuadernillo (17)



17.


            Corazón terminado, ¿y cómo, si no? Mírame cómo se me desgranan estos momentos últimos con la mirada en un hilo, con los pies enterrados y el pensamiento vagando por ahí afuera y es que no y no y mil veces no que no puede ser este deshabitamiento por dentro y esta escoria que no han de caer aguas puras de nunca estuvieron dispuestas no y eso lo dije no puede un segundo detenerse este pálpito esta angustia este vorágine torbellino en el aire no se mezclan los colores de estos campos se quedan al margen puros incontaminados podría decir o podría decir cerrados también y los pasos sempiternos las calzadas angustiosas las calles estrechas no saber dónde posar el corazón o el pensamiento no saber dónde caerse muerto las músicas sonoras la música estruendosa la música que recrea y enamora la cena callada la caída de los sentidos y el imperio de lo efímero ya. Lo sé. Y es que en estos días…


sábado, 23 de marzo de 2013

Como un pájaro perdido en la espesura: Tercer cuadernillo (16)



16.


            Como un pájaro perdido en la espesura, como una camisa mal abotonada, como un cerrojo que está desencajado, como una línea descuadrada de su plano, como un tejado levantado tras la tormenta, como un rayo que no sabe dónde caer, como una mirada estrellada contra el muro, como un embarcadero despoblado, como un armario sin licor, como un cuartucho sin barrer, como un corazón desencantado, como un árbol reseco, como una carta sin palabras,
así yo: pájaro, camisa, cerrojo, línea, tejado, rayo, mirada, embarcadero, armario, cuartucho, corazón, árbol, carta;
así yo:
perdido, mal abotonado, desencajado,
descuadrado, levantado, sin saber dónde caer,
estrellado contra el muro, despoblado, sin licor,
sin barrer, desencantado, reseco, sin palabras.


viernes, 22 de marzo de 2013

Una madre sola y fracasada: Tercer cuadernillo (15)



15.


Mi hijo:
Su primera pistola a los doce.
A los veinte le encerraron.
Le ví morir a los treinta y tres.
Soy una madre sola y fracasada.


miércoles, 20 de marzo de 2013

Es ideal que yo siga así: Tercer cuadernillo (14)



14.


Es ideal que yo siga así
y así yo diga
del rojo oscuro encuentro la alborada
y en medio de la sombra,
el fuego, la llaga, el frío,
se vuelve más diáfana
la mente y el sol se lanza
y nutre toro de silencio
en el que nada vuelve siempre
junto roto:
antes, ya, ahora, siempre:
cada imagen venga sombras fatuas
y en lugar de planear
en los desiertos,
despierto mis ojos en blancas
iglesias abandonadas.



lunes, 18 de marzo de 2013

Juegas a las cartas y pierdes, pequeña Ocin: Tercer cuadernillo (13)



13.


            Juegas a las cartas y pierdes, pequeña Ocin. Pero sonríes, me miras después de perder y sonríes. Retomas el mazo de cartas que se vuela en tus manos mariposas y repartes: Lukas, Meli, Inas, Rian, … Y vuelves a jugar sin importar el orden: ganar o perder, ¿qué más da? Estamos jugando juntos.


domingo, 17 de marzo de 2013

Mi Dios es un Dios quebrantahuesos: Tercer cuadernillo (12)



12.


            Mi Dios es un Dios quebrantahuesos. No digo que los rompa: los quebranta. No digo que grita: brama. No digo que golpea: aniquila. Las sombras y las lunas se entretejen con todas las redes de las arañas recuerdos. Destempladas, frías, húmedas, así las recuerdo todas. Sólo el ansia de los brazos acogedores, del calor por un instante, de los cuerpos apretados bajo la escarcha de estrellas. Anónimo totalmente, inútil, un número más, una cifra. Perdida la cifra en la calle de las coordenadas del plano de la ciudad: ese plano que se vende en los quioscos y que está preñado de erratas. El punto de un punto, un poro de un punto, una micronésima parte de un punto en un cuadradito del plano. La calle, equivocada de nombre (errata). Allá se aprehende lo que es la eternidad. O más bien una suerte de eternidad, la anulación del tiempo. Este poro de punto intenso y fugaz, un fogonazo de vida como fuego de artificio y después nada. La disgregación total a lo largo y ancho de las coordenadas del papel. Allá abrazados: mi Dios quebrantahuesos y yo. Perdidos en la misma perdición, el mismo olvido.


sábado, 16 de marzo de 2013

El hombre confundido está esperando: Poemas rojos de Lipti-Lehniv (11)




XI.


El hombre confundido está esperando.
Sentado entre hileras de hormigas,
los bolsillos llenos de dudas,
el entendimiento opaco;
los ojos se deshacen en agua
ante el paso de las nubes,
el viento caliente en las palmas.
El hombre confundido está esperando.
La súplica sale a tu rostro
como los barberos a la puerta,
como los pastores al campo;
el aire se recorta y se recorta.
La tarde va pasando,
pasa
en centenares de rostros
de agua que se difuminan. Entre
tanta gente queda
el rostro: hombre confundido.
Palabras en tropel y sin carne:
qué está bien, qué está mal,
qué he de hacer, dónde voy,
en quién confío, puedo hablar
sin sentido y sin cansarme.
El hombre confundido está esperando.
El hombre confundido me espera,
más sólo sé sentarme a su lado,
reconocer en su rostro un espejo.


***


viernes, 15 de marzo de 2013

Hubo amores que no se atrevieron a decir su nombre: Poemas rojos de Lipti-Lehniv (10)




X.


Hubo amores que no se atrevieron
a decir su nombre.
Estos amores deben ser destruidos,
lavados, puestos al sol,
encumbrados de puro ocultos.
La trinchera es sembrado,
florecen minas como frutos,
verduras, arbustos,
florecen explosiones
palmeras anaranjadas
negruzcas que suben al cielo
en volutas pastosas y densas
por dentro amarillo y fuego.
Quedan los nombres
en las alambradas,
quedan las esperanzas,
el miedo.
Última posibilidad
de tirar por la borda el sentido,
de acabar con esta tristeza:
hacerse matar.
Pisar los sembrados celestes
como infancia en desvanes,
los pianos desgranan sus canciones,
las palmas aclaman su voz,
todo es oropel y fasto tras el telón;
mas cuando todo acaba,
asaltan las bestezuelas negras
ocultas tras las letras,
bajando desde ventanas numeradas,
acechando desde lunas verdes.
Cuando todo acaba
queda su voz truncada en la palabra,
carta que borra con palabras,
que llora,
que siempre es una y la misma:
siempre, siempre sin membrete,
sin osar decir su nombre.
Frutas maduras al suelo,
hierba de niebla, líquida brillante,
aplausos tras el telón,
vítores tras la trinchera.
Se inclina él,
atraviesa el fuego él;
cuando se incorpora él,
él muere incorporado en arco:
se superponen sus cuerpos,
perfecta yuxtaposición,
dibujo perfecto sin respeto a dimensiones.
Así fue,
Rafael Rodríguez Rapún,
y no doy crédito a leyendas.
Pisabas el cielo en la tierra
por un instante,
para impulsarte al cielo
cuando él no estaba en la tierra,
cuando la herida oscura lo era todo:
amor, patria, religión, familia.
Por eso merece tu nombre un bronce,
quedar grabado a fuego,
ahora que en silencio te desvaneciste,
que nadie te echó en falta,
tu cuerpo en la sombra del depósito,
sin reclamo,
tu lápida sin flores, sin lágrimas:
sencillo y bueno hasta para morirte.
Pero, atención, antes de terminar
unas palabras de la Sombra:
(se abre el telón,
Sombra aparece serio)
“Si tuviera mil vidas
con mil vidas te amaría,
pero sólo tengo una muerte
y con toda mi muerte te amo.”


***

jueves, 14 de marzo de 2013

Si estoy dormido no me despiertes: Poemas rojos de Lipti-Lehniv (9)




IX.


Si estoy dormido
no me despiertes.
Las montañas retienen el horizonte
con sus cumbres peladas,
retienen nubes rojas,
retrasan el día.
El tibio sopor de la inconsciencia,
vuelto a nacer, protegido.
Se va derramando el día,
lentamente,
quemándose los contornos de luz:
canta un gallo.
Una luz azul
entra por las ventanas sin cortinas,
calmando todo,
apaciguando,
aún no es de día.
Detenidas las montañas
en los pliegues de las sábanas,
en la almohada,
detenido el día
en este paisaje humano dormido.
El sueño sabe a besos contenidos,
a noches sin estrellas, a lago sin estrenar.
Si estoy dormido
no me despiertes.
No quiero tu despedida.


***

miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Por qué dibujaste tu cabeza rodeada de fieras sin nombre, de venas?: Poemas rojos de Lipti-Lehniv (8)



VIII.


¿Por qué dibujaste tu cabeza
rodeada de fieras sin nombre,
de venas?
Acá tengo llena la casa,
los niños que nunca tuve,
los hijos que no son míos,
y hay un retrato tuyo
presidiendo la casa, la vida.
Entre mil ventanas vacías
cae la vida poco a poco,
desciende por los peldaños. Cae.
Ramilletes de venas,
de sangre,
racimos de cabelleras y viento,
ojos grandes:
¿por qué tu rostro de lunas?
Lunas negras.
Crece el estruendo en la casa,
ríen los hijos no míos,
suena lejana la barca,
suena el mar desde la playa.
El silencio ahora es denso:
una fiera oculta bajo la cama,
¡pobres hijos no míos!,
¿dónde escondeos?
Diré lo que haré, hijos no hijos:
os esconderé en tu retrato,
entre las lunas,
las letras, los muros altos,
sólo hasta que pase la noche, la pena,
la rabia, el dolor,
sólo hasta que pase la vida.
Y cuando todo se acabe,
después del amor, os amaré más,
podréis salir, reír de nuevo. Vivir
eternamente. Dormir.


***