Veo mi cara
reflejada
en la
cuchara:
la sopa me
sabe salada;
a veces
recuerdo tu rostro,
cuando estoy
en la fábrica,
el día de tu
nacimiento.
Lenguajes
humanos.
Cuando te
veo llegar
pasadas las
tres de la mañana,
sé que has
vomitado,
que has
fumado marihuana,
me pregunto
en qué me equivoqué.
Lenguajes
humanos.
Me dicen en
tu colegio
que no
llegarás lejos,
que te
afectó mucho la ausencia
de tu madre;
yo no puedo
pensar en ti
todo lo que
quiero,
porque me
absorbe la fábrica
y tengo que
estar atento a las medidas
del
producto,
pero muchas
veces,
como un
relámpago,
tu rostro se
me aparece
entre los ingredientes
y la cadena
de producción se detiene
por unos
segundos.
Lenguajes
humanos.
Y me
pregunto
en qué me
equivoqué.
Sé que no
soy ejemplar,
me lo
demuestras cuando te ausentas
viendo la
televisión a mi lado,
cuando no me
diriges la palabra
si te
acompaño al entrenamiento;
apago la luz
y dejo el libro
cuando oigo
la puerta
y sé que
regresas:
los
pantalones por las rodillas
y un gorro
rojo en tu cabeza,
sé que has
vomitado
y tu ropa
huele a marihuana.
La cuchara
refleja
mi rostro
invertido
y cuando
miro al tuyo,
al otro
extremo de la mesa
antes de que
surja la pregunta
(¿en qué me
he equivocado?)
sé que la
sopa está salada
con mis
lágrimas
y sé que tú
no sientes
la sal en tu
sopa;
miro de
nuevo al plato
y recuerdo
tu carita
el día de tu
nacimiento:
“pásame el
pan”,
y me
pregunto
en qué me he
equivocado.
Lenguajes
humanos.
No voy a
decirte
que te
quiero
porque te
sentirías herido,
pensarías
que te
trato como a
un niño,
no pensarías
nunca
que en
realidad
soy yo quien
necesito
decirlo,
decírtelo,
necesito que
me lo escuches,
que sepas
que te quiero,
pero vuelvo
a la sal
de mi sopa,
al plato, a
tu carita
de recién
nacido,
a la sirena
de la fábrica,
donde me
refugio
pensando en
ti,
en que
estarás sentado
en tu
pupitre en la escuela,
haciendo
números o
durmiendo
los vapores
de tus vigilias.
Lenguajes
humanos.
Mientras la
cadena de producción
se renueva
me apena
pensar
que nunca
sabrás
cuánto te quiero.
No sé en qué
me he
equivocado,
que no soy
un ejemplo
me lo
muestras claramente
cuando
caminas en silencio
y tú te
adelantas unos pasos,
no dices
nada,
pero sé que
te avergüenzas de mí,
que no
quieres que te vean
conmigo
tus
conocidos,
y yo me dejo
retrasar,
pensando en
tu primer día de colegio,
cuando te
llevaba de la mano
con tu
mochila
y tu
cuadernos,
y que no
querías separarte
de mi lado.
Hoy sé que no
es así
y lloro en
silencio,
sí, lloro;
los hombres
lloramos
sobre un
plato de sopa,
en la
fábrica
o en la cama
vacía y fría
por las
noches.
Y me pregunto
en qué
me
equivoqué.
Lenguajes
humanos.
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