10.
Refloreces mi interior devastado, tu voz me llega a
través de huesos secos. Sabes qué decirme y cómo decirlo, sabes callar. Hablas
de cosas intrascendentes, del tiempo, y eres bálsamo para mi corazón herido.
Sí, casi es para reírse, pensar en el valor curativo de tus palabras. Sin duda
nadie se detendrá a pensarlo, parecerá una tontería. Cómo se van derramando los
sonidos, con lentitud, engarzándose a mis oídos, deshaciéndose en mi interior,
expandiéndose por mi cuerpo, calmando mi alma. Las palabras sobre nada, su
musicalidad, su cadencia, el tono de tu voz, su dulce timbre. Los abismos insalvables de una palabra a otra, su fugacidad y el afán de perpetuidad una
vez dentro. El compás de tu respiración, la música. Y parece ahondarse el
tiempo cuando te escucho: el tiempo no existe, se hace presente y eterno. Así
es tu voz cuando resuena en mi alma, cuando el eco de tus palabras me habita.
¿Y aún no entiendes por qué te extraño?
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