3. TARDE DE
LATINES.
Y se casaron
y fueron felices
(como en los
cuentos)
y nunca
supieron más
del sitio de
donde salieron.
Cuando el
cansancio de la noche
comienza a
devorarme
lentamente,
me siento en
el peldaño de la puerta.
Veo pasar a
la gente,
deprisa,
veo el
tráfico y me mareo.
Enfrente
está la casa del campesino,
llena de
sombras y de recuerdos:
el hombre de
oscuro pasado,
los pájaros
que hablan y escupen,
la música de
piano que se oye,
las luces
extrañas y el olor a naranjas.
Se me va
cansando el entendimiento.
Mira,
en esa
ventana veo un rostro:
una joven
sobre sus libros,
estudiando.
Veo las cortinas
y las cartas
abiertas sobre la cama,
los sobres
desgarrados,
las fechas,
los finales y los adioses
(todos
iguales). Palabras en latín.
Veo unos
ojos cerrados
por el aburrimiento,
una respiración
entrecortada
(dormida).
Me devuelvo
a mí mismo,
salgo del
libro y los cuadernos
caen, salto
desde la ventana
y me vuelvo
a mi sitio.
Cae la
tarde, caigo yo,
todo cae en
mi recuerdo,
y ahora sí,
y ahora no,
no me decido
a dar el salto.
El tiempo
vuelve a su sitio.
Voy a
esperar
a que el
tiempo vuelva a su sitio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario