4. LA MIRADA DEL PERRO.
Suele ser
lastimera, mas profunda,
a veces
temerosa, indecisa,
pero siempre
cargada de humedades,
de lágrimas
reprimidas, de sueños de desvaríos.
Siempre al
borde de las lágrimas;
sus ojos
temerarios, al suicidio; su boca
inexpresiva;
su pelo negro, negro. Sin palabras.
Llanto
silencioso y contenido, llanto para dentro.
Lágrimas
para dentro de caminos campesinos
y trigales,
de casas
solariegas cubiertas de musgo
y telarañas,
de
campanarios derrumbados con cigüeñas
y
golondrinas,
de viejas
figuras enlutadas por callejuelas
y fuente.
Esponja que
absorbe la realidad a su paso,
la porosa
realidad que se aprehende,
magdalena de
Proust encarnada en vida perra:
la mirada
del perro.
Así se
extiende esta mirada como un manto,
un manto
parduzco de atardecer de meseta castellana.
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