sábado, 24 de octubre de 2015

INTEMPERIE de Jesús Carrasco / LOBISÓN de Ginés Sánchez


Pasaron varios meses desde que leí Intemperie (I) hasta que leí Lobisón (L). La primera asociación entre ambos libros no fue literaria, sino visual: la portada.

Recordaba un cordero en la portada de I y un lobo en la de L. Así, ambos animales se me presentan como símbolos de lo que después se relatará en la novela.

El segundo punto de contraste que encontré entre ambas es la voz narrativa.

En I de Jesús Carrasco, se cuenta (desde una aparente objetividad) la historia de un niño que huye; en L de Ginés Sánchez también se cuenta la historia de un “niño” (narrada por él mismo). En ambas novelas, el lenguaje deslumbra por su certeza y por su ajuste a los sentimientos que quiere provocar o que, de hecho, provoca en el lector. (Avisados quedan…)

En ambas novelas veo a los protagonistas como víctimas y, en cierto modo, como victimarios también.

Aparte de los animales que pueblan las novelas y las voces narrativas, hay otro elemento que encuentro común en ambas novelas: los monstruos; y no quiero añadir nada más porque son elementos perturbadores que van apareciendo poco a poco pero que, cuando aparecen, toman la novela por entero y dejan poco margen a lo que ocurre alrededor de lo narrado, para centrarse en las luchas, huidas, violencias, como un agujero negro y sin fondo que va arrastrando todo hasta el desenlace (fatal). Y esos monstruos son humanos.

Novelas densas, pausadas, terribles. Novelas con las que tener pesadillas, en las que los monstruos son los seres humanos más cercanos (y los que deberían protegernos), y no los animales que aparecen en las portadas. Novelas que es un orgullo leer y releer, sabiendo que siempre se van a encontrar nuevas aristas y nuevos matices.

Bien por ambos, Jesús Carrasco y Ginés Sánchez. Desde acá mi incondicional aprecio y gratitud.


 

 

viernes, 16 de octubre de 2015

MR HOLMES: Desmontando a Sherlock.


Tenía dos posibles títulos para esta entrada: "Holmes en Hiroshima" o "Desmontando a Sherlock". Finalmente me decidí por el último porque creo que, de alguna manera, engloba al primero.
 
Hace tiempo vengo siendo testigo de una corriente que, no sé si por falta de historias nuevas o de creatividad, da una vuelta de tuerca a relatos, personajes o situaciones que forman ya parte del imaginario colectivo; desde cuentos clásicos (Blancanieves, Cenicienta, Peter Pan,...) hasta obras de literatura y personajes (Drácula, Frankenstein, Dr Jeckyll, Orgullo y Prejuicio ¿y zombies?...). Por no hablar de los "remakes" o "reboots" (¿cuántas comillas y cuántos paréntesis utilizaré en esta reseña?), que darían para no menos que un libro o una tesis doctoral.
 
Todo esto viene a cuento de un comentario que leí hace un par de días a propósito de la película en cuestión. Decía, más o menos, que en la película queda poco de Sherlock Holmes y, en su afán de mostrarnos el "lado amable" (otra vez comillas) (y paréntesis), se perdía el personaje. Lo mismo da si fuera un sagaz anciano británico.

El segundo título.
Una de las cosas que más me sorprendió, hasta dejarme descolocado, fue Holmes en Hiroshima. Por eso lo del segundo título. Sacar personajes de un contexto propio para insertarlos en otro contexto, es una de las cosas que me parecen más fructíferas a la hora de desarrollar la creatividad. Me supo a poco la visita japonesa de Holmes. De hecho, por mí, la película podría haber continuado por ahí, y haberse vuelto más oscura. Mucho más oscura.

También es destacable la relación entre Holmes y el niño, que hace de réplica y contraste, acentuando aún más el inicio / el declive de una vida.
Los elogios para Ian McKellen; pero sobre todo para Laura Linney, en un papel que me supo a poco, pero contenido y que sugiere más de lo que expresa.
Muy bonita la parte del diálogo de Holmes/médium, en la que dos soledades no hacen una compañía, sino que siguen siendo dos soledades juntas.

Del Doctor Watson se vio un brazo. Y una pierna también, creo.