2. LA SILLA DE PIEDRA.
Minúsculas,
brillantes, fugaces,
resplandecen
en la silla de piedra,
al lado de
los trigales, junto al río.
Lo gris se
recubre de vegetal,
Blanco al
sol, negruzco, multicolor.
El pesado
respaldo y,
en su más
profundo centro,
la espalda
que encierra el animal herido;
asiento de
piedra, trono,
inmóvil en
el paisaje del recuerdo,
eterno en la
memoria, en el olvido,
eterno.
Pasarán
los días y
los meses, los años
pasarán; las
generaciones,
los hijos,
los padres, los abuelos,
los amores,
los frutos, las fuentes, pasarán
los buenos
tiempos y los malos,
pasarán los
pueblos, los nombres,
los
recuerdos pasarán,
pero permanecerá la silla de piedra,
el trono
inmóvil, ausente en su pensamiento,
fijo,
testigo mudo y confidente. Como
el bosque
confidente, antes de la tala;
como el río,
tras la sequía,
inmóvil.
Arropado por el viento, por la lluvia
lavado,
tostado con el trigal, marcado
por el frío.
Silencioso, reflexivo, quieto, eterno.
El trono de
piedra, portero del bosque.
Sentarse y
esperar contigo,
en ti. Esperar sobre ti, ante ti, contra ti.
Esperar en
tí y ser eterno contigo.
Fatuas,
olvidadas, las gotas de lluvia
sobre el
trono de piedra. Dentro está.
No hay comentarios:
Publicar un comentario