I.
Yo no
soy nada. Una brisa apenas, un suspiro. Yo no soy nada. El espacio perdido
entre las horas muertas, un deseo, una esperanza. Acaso una insistencia. Pero
aún así, yo no soy nada. Ni siquiera las palabras que pronuncio, ni siquiera
las que escribo, ni siquiera lo que pienso. Bajando uno a uno los peldaños de
lo anónimo, hasta lo ausente.
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