Lipti-Lehniv
3.
Hijo mío.
Si por estas cosas de la vida no estoy vivo cuando
nazcas, quiero que sepas que te he amado siempre. Aun sin conocerte, sin saber
si eres mujer u hombre, sin contemplar los rasgos de tu rostro recién vivo. Te
he amado siempre, desde antes de tu anuncio, antes de saber que estabas en
camino. Como si fueras mío, un retoño, una parte también de mi persona. Antes
de existir te imaginaba caminando de mi mano, paseando por las calles en mis
brazos, acariciando tu rostro dormido. Como si fueras mío. Y no me digáis, por
favor, que no tengo derecho, que no hay nada de mi sangre en la suya ni nada de
mi cuerpo en su cuerpo: porque sé que no es así. Podrá haber una gota de mi
sangre en tu cuerpo y, si no hay ninguna, el amor que te tengo se cristalizará
en una lágrima roja para tus venas. Sé que es así, que así está bien, que así
debió ser desde el principio. No miro al cielo esperando señales: sé que no las
habrá. Escribo estas líneas con el temblor de la última palabra, que no sé si
me permitirás si acaso llego a conocerte. Hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario