4.
Ángel extraño.
Ángel extraño que me rozas la frente con tus alas, sombra
que desvela mis noches y torna mis días en iguales, no serás tú quien me
confine al olvido y al silencio, no serás tú quien se aferre a mis tobillos
para hundirme en el pantano, no es este grito sordo lo que busca mi memoria, ni
el sonido de la lluvia en la naturaleza
verde hasta la saciedad de estos contornos, entre mil te encontraré, entre diez
mil, percibiré tu rostro entre el cortante brillo de luces multicolores bajo la
esfera de cristal o la escalera de espejos y aunque, ángel extraño, te
escabullas entre la multitud, te derrumbes y extingas tu cuerpo, te hagas nada,
sabré reencontrar y releer las historias silenciadas en tus cenizas
palpitantes, pues ya sé, ángel extraño, alguien me lo dijo, que la combustión
de tu cuerpo no es sino un ardid que utilizas para liberarte de tus amantes, de
aquellos que te persiguen bajo la nieve, arrastrándose por encharcadas
escaleras hacia el fondo, hacia lo oculto en el calor de la tierra y es así,
ángel extraño, como llegamos al final de nuestro destino, pues al final nos
encontramos, encadenados los brazos y los pies encadenados, ambos encerrados en
la misma jaula, cuántos más hay, veinte treinta cuarenta, pero entre todos
destaca la aureola encarnada que te corre frente abajo bajo forma de sangre,
esperando que nos llamen para arrastrar nuestras cadenas jaula afuera y
preguntarnos si deseamos ver nuestra propia muerte nuestra propia trampa
nuestrapo de lágrimas este que aquí ves, ángel extraño, sino la camisa del
anterior ejecutado, ahora en qué piensas, ángel extraño, quizás en tus tres
hijos o en los árboles de tu pueblo o en los ojos de tu madre o en tu primer
beso o en la canción del trabajo o en tu noche oscura golpeada, ya se oyen los
pasos, ya abren la puerta, ya salimos a la espesura más adentro, ya caminamos
fuertes y fronteras, la luz cenicienta que nos ciega y es que ni el sol salió
hoy para vernos culminar nuestros días como topos, bajo tierra, ciegos, mas no mudos,
gritaremos hasta reventar, ángel extraño, no dejaremos que la tierra beba
nuestra sangre sin que nos oiga, vamos, levántate, ya están aquí los pobres
hombres que han de rompernos la vida, y así te sigo reconociendo, entre las
decenas de compañeros de sangre, huelo tu aroma ángel extraño el mosto de
granadas se nos niega.
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