sábado, 23 de febrero de 2013

La sangre del jinete: CUADERNO DE LIPTI-LEHNIV (RIANGKEMIE TRAS LA LLUVIA) (7)



7.
La sangre del jinete.

            Hacia el fondo del féretro hay perlas ensangrentadas. El manantial dorado que brotaba bajo las plumas cenicientas. Como palomas que vuelan desorientadas, gacelas que avistan al cazador, viñedos clavados al cielo, nubes que huyen hacia la soledad del infinito… Así se enroscaban las serpientes en torno al cuello del pobre perro, queriendo besarle le ahogaban, queriendo amarle producían su muerte, mirándole a los ojos le cegaban y suspirando en sus orejas cerraban para él todo sonido. Con las perlas ensangrentadas aparecían las primeras estrellas, testigos silenciosos, aparecían los soles nocturnos, los lagos donde la doble luna se baña. Y ya todo fue una confusión de silencios y una amalgama de colores. Salieron los toros al valle, salió el caballo, salieron los patos y las cabritillas, salieron el cuervo y el gallo, salieron todas las palomas,… Mas sin pensarlo y sin querer, se oye una elegía por entre los arrozales, un murmullo de llanto que va acariciando los viñedos y llega hasta las naranjas y baja hasta las raíces; una brisa que anuncia la herida de la noche, la sangre del jinete y de las perlas, la sangre de arboleda y casa blanca, la sangre de la brisa, perlas ensangrentadas. ¡Ocúltale, tierra, oculta su nombre, oculta su cuerpo y su botín recién robado! ¡Oculta su rostro, oculta al caballo y al jinete!

            Hacia el fondo del féretro. Hay perlas ensangrentadas en el manantial dorado. ¿Qué brotaba bajo las plumas cenicientas como palomas? La sola oscuridad y el latido. La jauría de lobos que recorre la sierra, que baja hasta el pueblo y arrasa con animales y con algún niño descuidado. La nieve que anula todo, que hace ciego y deja la blanca ceguera como recuerdo y presencia de su paso en la fría negra silenciosa noche. Se mueven con ritmo las ondas del lago dejando a la vista las algas, los caracolillos, las piedras. Matadme y viviréis eternamente, así dicen los ecos que llegan desde la otra orilla. ¡Ocúltale, tiempo, en tu féretro irrompible! ¡Oculta su rostro, su presencia, su botín! ¡Oculta al caballo y al jinete!


No hay comentarios:

Publicar un comentario