9.
Estoy cansado, ¡tan cansado!, de escribir poemas de amor
y muerte. Se me resbalan los días con esta lluvia tropical interminable, y el
tono de mi voz no sale de la locura. Debería sacar a la selva todas mis
palabras, para que la lluvia las lavara, las fuera deshaciendo poco a poco, las
desgastara hasta hacerlas nada… En este
instante donde se sostiene el tiempo sordo, donde la vida se olvida y todas las
palabras importantes están entre paréntesis. De nada me sirve este retiro a la
selva, esta lluvia interminable, este ruido del mar en las playas, las bandadas
de pájaros extraños. Todo esto es nada en esta estación inexistente. Vivo donde
no hay renovación posible, donde no hay vida. Es el mismo paisaje quien me
succiona el aliento como un parásito inmenso, como un vampiro verde y vegetal.
Este cansancio se me vuelve torpeza por entre las ventanas, por sobre los
tejados de bambú y los arrozales, se me vuelve sórdida melancolía en los
caballos, entre las jaurías de los perros. Veinte o cuarenta o más lanzas de
palmeras se clavan entre el cielo y el mar verde y encharcado. Música de agua
de lluvia de ranas de pájaros el mar a lo lejos sus olas rompiendo los
arrecifes de coral la arena negra y el sol por entre las montañas perezoso salvajes
llenas de verde y fresco y la inmovilidad total de esta mañana como todas las
demás de este detenerse el tiempo para venirse a romper resbalado de tus manos
al suelo como un cristal en bola que se rueda por las noches en el piso de
arriba oyendo mientras duermes su paso terrorífico y la calidez del robo cuando
te roban el aliento con el verde fresco y el vapor que sube de la tierra y
cuece todo como en marmita de hechicero necio así se me resbala el tiempo
mientras todo parece venirse abajo alrededor la sensación de que no queda nada
a lo que agarrarse salvo mantenerse firme en la mínima roca sobre la que estás
de pie y que por favor no se caiga también con todo lo demás mientras palmeo
con las manos violentos equilibrios para no caer pues la roca se va haciendo
más pequeña se recorta a cada expiración a no ser que me cuelgue del cuello de
las águilas de ojos rojos que van mostrando su plumaje pavo real por entre las
nubes y los aguaceros o siga el rastro del rey perdido y me hunda en el pantano
en su búsqueda o pida permiso para sentarme a su lado durante la ceremonia o le
diga al tendero que por favor me lo anote en la cuenta y al fin de mes le pago.
Extraño es que en un lugar donde no hay sol nos llegue la mala sombra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario