Mi
hermana pequeña dice que me pasa algo semejante a lo que le ocurría a cierto
personaje de una novela: yo no elijo los libros que leo, ellos me elijen a mí. Esto
viene a tenor de cómo me topé con las novelas de Fred Vargas (algo que me
resisto a omitir en este comentario):
Lugar:
la Feria del Libro Usado, en Santiago de Chile. A poco tiempo de cerrar por ese
día, y yo con 5 libros ya bajo el brazo, me encuentro frente a un puesto donde,
en primera fila, aparecen los libros de saldo, y entre todos ellos, uno de
título HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS. Seguramente por contrariar esta advertencia del
título, y tan divertido como si se tratara de una broma, compro el libro. De un
tal Fred Vargas (después sabría que es Frederique). Francés (francesa, después
sabría).
Quizás
por influjo de los libros que leí anteriormente a éste, comencé a leer la
novela como si de un “novelón” (en el mejor sentido de la palabra) francés del
XIX se tratara. Mi sorpresa y mi placer lector iban en aumento:
un
protagonista, el comisario Adamsberg, que no sólo no era un héroe, sino que ni
siquiera era un antihéroe, simplemente era un comisario que no parecía tal, con
un caso entre manos que se iba agrandando como una bola de nieve;
una
plazuela parisina, microcosmos atemporal de pueblo, con su taberna, sus
consejeros, sus costumbres, su pensión, incluso su pregonero (papel esencial en
la trama, y uno de los personajes más entrañables, a mi modo de ver);
una
trama entrelazada con los temores medievales a la peste negra, secretos
familiares, venganzas, asesinatos aparentemente aleatorios,…
Tras
leer la novela, supe que el comisario Adamsberg de Fred Vargas, se me había
acomodado en la lista junto con el Wallander de Henning Mankell, el comisario
Brunetti de Donna Leon y el comisario Montalbano de Andrea Camilleri. Y en su
entrada en este cuarteto, me vinieron a la memoria los primeros libros “de
detectives” que leí, ALFRED HITCHCOCK Y LOS TRES INVESTIGADORES, seguidos de
las novelas de Agatha Christie (fue mi entrada en la “literatura adulta”) y las
infaltables novelas de bolsillo de Curtis Garland (¿cómo olvidarme de aquella
de los vampiros que sólo podían ser derrotados con el signo L, en lugar de con
la cruz, porque eran vampiros venidos del espacio exterior?).
Releo
lo que he escrito hasta ahora y veo que apenas he escrito nada sobre el libro
en cuestión. Pero las consecuencias fueron inmediatas: a los tres días regresé
a la Feria del Libro Usado y compré otras 4 novelas de Fred Vargas (junto con
otros 7 libros, lo reconozco). Estoy ahora con MÁS ALLÁ, A LA DERECHA. Y no me
defrauda. Terminaré éste y me leeré los otros, de un tirón. Me gusta que me
cuenten historias “bien contadas”. Creo que es uno de los mejores elogios que
pueden hacerse a un novelista.
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