domingo, 17 de febrero de 2013

HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS, de Fred Vargas.



Mi hermana pequeña dice que me pasa algo semejante a lo que le ocurría a cierto personaje de una novela: yo no elijo los libros que leo, ellos me elijen a mí. Esto viene a tenor de cómo me topé con las novelas de Fred Vargas (algo que me resisto a omitir en este comentario):

Lugar: la Feria del Libro Usado, en Santiago de Chile. A poco tiempo de cerrar por ese día, y yo con 5 libros ya bajo el brazo, me encuentro frente a un puesto donde, en primera fila, aparecen los libros de saldo, y entre todos ellos, uno de título HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS. Seguramente por contrariar esta advertencia del título, y tan divertido como si se tratara de una broma, compro el libro. De un tal Fred Vargas (después sabría que es Frederique). Francés (francesa, después sabría).

Quizás por influjo de los libros que leí anteriormente a éste, comencé a leer la novela como si de un “novelón” (en el mejor sentido de la palabra) francés del XIX se tratara. Mi sorpresa y mi placer lector iban en aumento:

un protagonista, el comisario Adamsberg, que no sólo no era un héroe, sino que ni siquiera era un antihéroe, simplemente era un comisario que no parecía tal, con un caso entre manos que se iba agrandando como una bola de nieve;

una plazuela parisina, microcosmos atemporal de pueblo, con su taberna, sus consejeros, sus costumbres, su pensión, incluso su pregonero (papel esencial en la trama, y uno de los personajes más entrañables, a mi modo de ver);

una trama entrelazada con los temores medievales a la peste negra, secretos familiares, venganzas, asesinatos aparentemente aleatorios,…

Tras leer la novela, supe que el comisario Adamsberg de Fred Vargas, se me había acomodado en la lista junto con el Wallander de Henning Mankell, el comisario Brunetti de Donna Leon y el comisario Montalbano de Andrea Camilleri. Y en su entrada en este cuarteto, me vinieron a la memoria los primeros libros “de detectives” que leí, ALFRED HITCHCOCK Y LOS TRES INVESTIGADORES, seguidos de las novelas de Agatha Christie (fue mi entrada en la “literatura adulta”) y las infaltables novelas de bolsillo de Curtis Garland (¿cómo olvidarme de aquella de los vampiros que sólo podían ser derrotados con el signo L, en lugar de con la cruz, porque eran vampiros venidos del espacio exterior?).

Releo lo que he escrito hasta ahora y veo que apenas he escrito nada sobre el libro en cuestión. Pero las consecuencias fueron inmediatas: a los tres días regresé a la Feria del Libro Usado y compré otras 4 novelas de Fred Vargas (junto con otros 7 libros, lo reconozco). Estoy ahora con MÁS ALLÁ, A LA DERECHA. Y no me defrauda. Terminaré éste y me leeré los otros, de un tirón. Me gusta que me cuenten historias “bien contadas”. Creo que es uno de los mejores elogios que pueden hacerse a un novelista. 

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