Voy
al desierto a recoger raíces, recoger piedras, recoger huesos rotos. Caminaré
sin calzado, pisando la arena caliente y las zarzas. Cuando recoja lo
suficiente, buscaré una cueva donde refugiarme. Allá juntaré los huesos secos,
uno a uno; haré un altar con las piedras; masticaré las raíces. Después soplaré
sobre el armazón de huesos, desharé el altar y colocaré las piedras (en la
cabeza, en el corazón, en el vientre); escupiré las raíces (en las manos, en
los pies). Encenderé un pequeño fuego mirando al sur, y esperaré que salga la
luna llena; entonces soplaré el fuego hasta tener brasas, y las colocaré en el
armazón seco (en los ojos, en la boca, en los oídos). Una vez cumplido todo, me
desnudaré y quemaré mis ropas en el fuego, y después danzaré alrededor del
armazón, bajo la luna, en la cueva, con el fuego.
Fuiste
recogido en el desierto eres fruto de la arena mil huesos conforman tu cuerpo
te rompiste una vez te rompiste cien veces te reconstruí una vez te
reconstruiré cien veces tienes piedras en tu cabeza en tu corazón en tu vientre
piedras de la tierra que te vuelven a la tierra que te vuelven al desierto y te
recuerdan tu origen tienes raíces que te dicen quién eres de dónde vienes y
adónde vas tus manos tus pies tienen raíces y con ellas te clavas a tu tierra y
ellas abres cuando vuelves a tu tierra tienes fuego en tus ojos en tu boca en
tus oídos quema y déjate quemar cuida tu fuego que no se apague alimenta el
calor de tu fuego pero que no te consuma domina siempre tus llamas y da calor
recuerda que vienes de la noche de la luz de la luna de una hoguera hacia el
sur de una cueva agradece siempre a la raíz a la piedra a los huesos rotos
nunca olvides cada noche de devolver a la tierra su tierra de devolverte a la
tierra y dejarte de derramarte en la tierra y vuelve a ser raíz piedra hueso
saliva fuego desnudez noche zarza arena y vuelve siempre al desierto cada día y
cada noche.
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