lunes, 20 de mayo de 2013

A veces las calles llenas de personas se me desvanecen (15): Revisitar Sangrazul




            A veces las calles llenas de personas se me desvanecen, dejando paso a amplias praderas surcadas por caballos. Las aceras pulverizan su cemento a mi paso, y camino sobre la tierra, mis pies desnudos. Cierro los ojos cuando me lleno los pulmones con el aire fresco de la montaña. Sigo caminando solo, pero el entorno me es distinto, me trae algo en el ambiente. Los edificios se vuelven vida vegetal que extiende sus brazos hacia el cielo, se vuelven vida. Todo lo artificial fluye, como un río, creciendo y desarrollándose, rebosante de espíritu. También yo me siento vivo en esta vida. (Sé que no es así, que la realidad es otra. Dime, ¿a quién hago daño en estos segundos de plenitud, soñando en su presencia? Dime, ¿acaso debo rehusar estos paseos, estos arrebatos del amor, estos raptos de un recuerdo venturoso?) (Permiteme soñar, que no hiero a nadie; y, si acaso, a mí mismo. Unos minutos duran mis partidas, pues después la realidad se me impone. En los momentos de dolor incontenible, intento juntar todos los minutos, pero la cuenta no me sale. Por eso, ten compasión, y déjame perderme en su presencia; sabiendo que la pena de amor ya no se cura sino con su presencia ¿y su figura?) (Su figura… En tantos cuerpos la he buscado que he perdido la cuenta, la misma cuenta que los minutos no sumados. Y todo no son sino copas de ajenjo que apuro con avidez, con la avidez del condenado a muerte, con la avidez del que todo lo perdió).
            Mira en los bolsillos de tu chaqueta: encontrarás una foto vieja con una dedicatoria en el reverso. En el papel hay nieve dorada cayendo. Amanecerá oscuro el día que encuentres esta dedicatoria, y por fin sabrás que amé hasta el dolor, hasta la muerte. Su sola presencia en mi recuerdo me aniquilaba. Me consumía cada día esperando la muerte para volver a sus brazos, para consumirme en su regazo, para descansar.


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