Hay
mordazas de tela, mordazas de cuero, mordazas de madera, mordazas de metal.
Hay
mordazas de tela fina, casi gasa; mordazas de tela basta, como de saco, que
llevan tierra y sudor; mordazas de tela en jirones, arrancados de prendas de
vestir o de ropa de cama; mordazas de tela mojada, empapada de lágrimas y de
saliva; mordazas de tela con tela, que no dejan respirar.
Hay
mordazas de cuero basto, con olor a animal acorralado, a cacería; mordazas de
cuero negro, para el dolor o para el placer; mordazas de cuero húmedo, para
ajustarse cuando se secan; mordazas de tacto rasposo, que cubren toda la boca y
parte del mentón.
Hay
mordazas de madera, aunque no se ven frecuentemente; pero no por ello dejan de
ser menos mordazas y de cumplir su misión.
Hay
mordazas de metal frío, que se ajustan como un candado; mordazas de metal caliente,
que silencian y queman el rostro; mordazas de metal afilado, cuyos clavos se
hunden en el rostro; mordazas de metal herrumbroso, utilizadas para amordazar a
muchos.
Y
junto a estas mordazas hay otras.
Mordazas
de olvido: no saber fecha ni hora, no recordar nombres ni rostros, no conocer
lugares; no saberse, no recordarse, no conocerse.
Mordazas
de silencio: anular la vida para no ver la verdad, sepultar lo vivo tras una
pared o bajo una lápida, callar los gritos para pensar que nunca existieron;
anularse, sepultarse, callarse.
Mordazas
de muerte: cegar los ojos para no ver, cerrar la boca para no hablar, encadenar
las manos para no tocar, tapar las orejas para no oír, detener los pies para no
caminar; cegarse, cerrarse, encadenarse, taparse, detenerse.
Mordazas
de dentro, mordazas de fuera. Mordazas desde dentro, mordazas desde fuera.
Elegir
la mordaza, para pasar toda la vida intentando arrancársela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario