miércoles, 8 de mayo de 2013

Cuando estaba hundido en el lodo, sabía dónde estaba (8): Revisitar Sangrazul




            Cuando estaba hundido en el lodo, sabía dónde estaba. Ahora que estoy de pie, no sé dónde estoy.
            ¿Por qué así se suceden, a borbotones, a dentelladas, los crueles asaltos del enemigo? ¿Y qué peor enemigo que yo mismo, que no confío, que no me suelto, que no me abandono?
            Esto de volar cerca del sol… no es lo mío. Y, antes de que se me derritan las alas, voy a pisar el seco pasto, caminar por los caminos polvorientos: ¿adónde voy yo, metido en estas cruzadas? Ya quise olvidarme del sol, cuando su luz me cegaba, ya quise tapar la luna con un dedo y borrar de mi noche las estrellas. Pero todo ahí permanecía: no era menos real por evitarlos. Mas, sin embargo, qué iluminado me sentía, qué henchido de vida y de esperanza, qué fuerte en mis alas y en mi vuelo…
            Ahora retorna al lodo, lodo mío, para saber dónde estás y qué persigues, para conocerte de noche y de día, para recordarte entretejido en las entrañas de la tierra. Date cuenta, gusanillo mío, luciérnaga, que la vida es una sola y tan corta que se pasan volando los días y cuando parpadeas ya pasaron siete años y no recuerdas lo de ayer mas aún así qué densidad la de la vida qué alegría y belleza el estar vivo el vivificarse todos los días el saberse existente el descubrir todo recién parido cada mañana recién recogido cada noche el sentir el calor y el frío sentir la curiosidad y el hambre sentir el sol y los dolores de parto el sudor del trabajo y respirar eso en definitiva sentirse vivo y no dejarse aplastar ante la duda.


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