domingo, 5 de mayo de 2013

La Dama del Lago me obligó a venir de nuevo (5): Revisitar Sangrazul




            La Dama del Lago me obligó a venir de nuevo. Yo no quería, puedo jurarlo, mas me sedujo con sus encantos y caí bajo su embrujo, como un pajarillo enredado en la zarza de sus palabras. Cuando sus ojos, de un azul transparente, se posaron en mi rostro, en ese preciso instante, supe que estaba perdido, que volvería aquí. Y, mírenme, aquí estoy, como la prueba palpable de este maleficio.
            Ya no reconozco a nadie (ni siquiera me conozco a mí mismo), y esto hace que esté más perdido que nunca. Vivía feliz (o casi) en un sueño que ya duraba varios años: todo el tiempo eran noches o días, o mejor dicho ni noches ni días, sino sólo tiempo, estar, permanecer. En uno de los sueños de estos días-noches es cuando percibí su perfume (el perfume de la Dama del Lago). Sin saber que era ella, pregunté a mi cabeza, pero no hubo respuesta. Pasé entonces a preguntar a mi corazón, pero nada. Mis entrañas estaban ardiendo, y a ellas les pregunté. Pero no contestaron palabras y se limitaron a arder. Consumiéndome estaba cuando volví a percibir el perfume. Y un veneno se coló en mi copa de tal forma que morí entonces, que muero ahora, que desde entonces muero. No pienso (no me lo permito) que la luna llena podría haber obrado el milagro. O que los árboles florecidos podrían habernos entregado su secreto. O que todas las otras mujeres podrían haber consultado las entrañas del cordero sacrificado. O que lo lobos podrían haber corrido más rápido para llegar a tiempo (más que el viento). Todo eso ya no me lo permito. Pero invariablemente me retiene la Dama del Lago.
            Estoy en lenta agonía, consumiéndome sin consumirme, pecaminosa zarza ardiente, herida incurable y siempre abierta, piel de serpiente que no logro despegarme.


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