sábado, 9 de marzo de 2013

No quiero escuchar más mi grito: Poemas rojos de Lipti-Lehniv (5)



V.


No quiero escuchar más mi grito,
ni que enciendas la luz,
aunque te lo pida,
ni volver a ver de noche.
Si estos ojos míos vieran,
tendrían la obligación de responder,
de dar una señal de vida,
una palabra.
Se encharcan las escaleras y suben
los peldaños uno a uno
todos los espectros
de mi pasado, del porvenir.
Delante de mi rostro ensombrecido,
perdido y ni encontrado ni valiente,
la sangre ya sintiéndome
en la herida, en la boca, en el pecho.
Son ya las tres y nada ha sucedido,
el tiempo se desgrana perezoso,
la luz sigue ausente y en mis ojos
tampoco hay luz: es noche.
Maldigo con recuerdos estas olas,
con saña golpeo estos espejos,
sin moverme casi, sin sentir,
sin estar vivo.
Y poco a poco el día abre,
la noche cede y se repliega
en mil dobleces
por entre los rincones oscuros.
Herido por el sol, por el día,
por la luz, por la mañana,
por las olas, por los espejos,
por el recuerdo, por la bebida.
De nuevo el rostro que golpea,
y otros rostros con bastones
que golpean, que humillan,
que anudan la garganta.
Quiero cerrar los ojos
y dormir.
Sé que llueve afuera,
a tientas lo sé: toco la lluvia;
sé que hace calor
y veo mis párpados cerrados.
Aún no he nacido,
aún no sufro,
pero entre mis cegueras veo,
puedo ver la claridad mortal.
Simplemente es así:
voy abrasándome poco a poco,
con la luz de la nueva mañana,
con mis latidos.
Váyanse cayendo uno a otro,
o callando, que al fin es lo mismo;
igual da ya donde yo vivo
estar mudo o estar muerto.


***

No hay comentarios:

Publicar un comentario