12.
Mi
Dios es un Dios quebrantahuesos. No digo que los rompa: los quebranta. No digo
que grita: brama. No digo que golpea: aniquila. Las sombras y las lunas se
entretejen con todas las redes de las arañas recuerdos. Destempladas, frías,
húmedas, así las recuerdo todas. Sólo el ansia de los brazos acogedores, del
calor por un instante, de los cuerpos apretados bajo la escarcha de estrellas.
Anónimo totalmente, inútil, un número más, una cifra. Perdida la cifra en la
calle de las coordenadas del plano de la ciudad: ese plano que se vende en los
quioscos y que está preñado de erratas. El punto de un punto, un poro de un
punto, una micronésima parte de un punto en un cuadradito del plano. La calle,
equivocada de nombre (errata). Allá se aprehende lo que es la eternidad. O más
bien una suerte de eternidad, la anulación del tiempo. Este poro de punto
intenso y fugaz, un fogonazo de vida como fuego de artificio y después nada. La
disgregación total a lo largo y ancho de las coordenadas del papel. Allá
abrazados: mi Dios quebrantahuesos y yo. Perdidos en la misma perdición, el
mismo olvido.
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