Si tuviera que decir
dónde nacisteis, 
anacardos, 
tendría que traer
mi corazón de vuelta
a un lugar del que nunca
tuvo que salir. 
Por eso, 
por el dolor que me causan
estas líneas, 
no diré dónde nacisteis, 
incluso olvidaré vuestro nombre: 
dejadme pensar que soy libre, 
dejadme pensar que estoy vivo. 


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